La Luz Mandarina: Pablo Miño, Daniel Meneses, Juan Manuel Chahín, Jose Luis Rivera y Diego Tejerina

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Adhemar Manjón

La Luz Mandarina es una agrupación liderada por Pablo Miño,  cuyo origen se remonta una década atrás. Por esa época varias bandas cruceñas se reunieron bajo el sello Perfecto Discos y dieron vida a una interesante pero fugaz movida musical, con sonidos y búsquedas que se alejaban de la escena habitual de la ciudad. Ahí estaban Charango, Un Millón De Veces, Ella Escucha Voces, Visiones Del Terror y otras tantas más. Todo se acabó, como casi siempre pasa, y apenas hubo sobrevivientes. De pie sigue Charango, que fueron de los pocos que por esa época presentaron discos -este año editaron el tercero, Noche 3-; y de lo que fuera Un Millón De Veces surgió La Luz Mandarina, que en 2016 lanzó el álbum Paliza. Entre sus temas incluidos tenía algunas composiciones que Miño venía tocando con su anterior banda.

La Luz Mandarina tiene listo un nuevo trabajo, un EP con cinco canciones que lleva por título Los días de furia y oro. Será presentado este sábado 5 de octubre, a las 21:00, en Seoane Cultural (Calle Seoane #123). Los invitados a esta fiesta serán Charango y Torkuatos.

En Hay Vida en Marte conversamos con Pablo Miño, cantante y compositor de la banda, además de artista gráfico. Miño habla sobre el disco, las influencias, su carrera musical y qué es ser músico en Santa Cruz, entre otras cosas.

Desde el título se puede notar cierta épica que se transcribe también en lo musical ¿Cuál era tu apuesta cuando pensabas en este disco? ¿Qué querías explorar musicalmente?

Mientras trabajábamos estas canciones, cuando las arreglábamos para ir a grabarlas, hablábamos mucho del drama, de no tenerle miedo al drama. Porque creo que en algún momento teníamos esta cuestión de tomar una cierta distancia con lo emotivo, ser medio cínicos y sarcásticos, con esa inteligencia pelotuda que te hace tomar distancia de las cosas  y hacerte el de los comentarios triste-graciosos. Esta vez no, fue un poco ser más honestos con esto, supongo que uno se pone más solemne o épico, pero sentimos que ese era el camino correcto: ser más sincero con lo que se está contando.

¿Vos creés que este disco está mucho más consolidado que Paliza? En aquel disco habían ciertas ideas que se redondean en Los días de furia y oro…

Hay una gran diferencia entre lo que fue Paliza y lo que hicimos acá. Paliza es una especie de colección de canciones de distintos momentos y épocas, es un disco armado en distintos estados de la banda, con distintos integrantes. Los días de furia y oro es  un disco de una sola banda,  todos los músicos eran parte de la banda cuando esas canciones nacieron. En ese sentido, si bien a nivel ideas y sonidos hay un montón de cosas en común con Paliza, esta vez  el proceso mismo de Los días de furia y oro, el ser más colaborativo, ya toma otros rasgos.  Eso por un lado más inconsciente, pero, conscientemente, sí estaba el hecho de no ser lo mismo. No queríamos profundizar lo que ya pasó, sino ver dónde más se podía ir con esto. Había una necesidad de ver qué más teníamos para dar que no sea una repetición de lo viejo.

¿Cómo ha sido el trabajo de incorporar los vientos en este disco? Si bien en Paliza se escuchaban en un par de canciones, en Los días de furia y oro cobran un gran protagonismo…

En Paliza tuvimos una invitada que grabó vientos en dos canciones, y cuando Daniel Meneses entró a la banda, él solo tocaba  los arreglos de esos temas. Pero esta vez, como te comentaba, todo se hizo mucho más colaborativo, Dani estaba en la sala mientras las canciones se estaban creando y ahí mismo se iban haciendo los arreglos de viento. Para mí desde el lado estético me funcionaba completamente, porque había una pretensión, como te dije en un principio, había esta búsqueda del drama; entonces, ese instrumento, que le da una cualidad como cinematográfica, sumado al hecho de que Mateo Rojas está en los violines, esta cualidad cinematográfica estaba buscada, era intencional. Tener a Dani como parte de la banda fija es súpernecesario. Hay ciertas canciones que están compuestas eminentemente para que ese instrumento resalte, como Macabro.

Ennio Morricone y el western es una influencia clara en este disco, pero también me comentaste que Savia Andina se filtra por ahí y le hacen un homenaje ¿Con qué otros músicos o artistas dirías que dialogás en este disco?

Durante la grabación del disco yo me mudé con Sebastián Guerrero, empezamos a escuchar mucha música de Ennio Morriconne, pero no solo de él, también estuvimos muy metidos escuchando a Hans Zimmer, Vangelis, y el cine se volvió como nuestro referente más inmediato. También -y esta es una diferencia con Paliza– dejé de escuchar mucha música en la época que estábamos confeccionando este disco. Estuve escuchando mucho folclore, estaba yendo a otros lugares, me conmovían otras cosas. Por ese momento dejaron de interesarme las bandas de guitarra, mi atención estaba puesta en otro lado. Cuando teníamos que pensar en el patrón rítmico de una canción, de repente estábamos hablando de boleros, de bagualas. Fue un poco rechazar la primera opción que nos resultara más fácil, y rechazando eso nos encontramos transando o aceptando cosas que por ahí antes nos habrían dado vergüenza, no vergüenza porque nos parezcan feas, si no, por decir algo, culpa.

Lo que te puedo decir es que las referencias en este disco venían por otros lugares, hay canciones como por ejemplo Mirar atrás, que la imaginé como un bolero, y al mismo tiempo con esos arreglos de Camilo Sesto, con todas esas orquestas y esos violines, yo me imaginaba una cosa así, onda José José. De repente viene Sebastián y pone esos sintetizadores que te hacen pensar en Prince, no sé, las referencias eran muy disímiles. Otra influencia que encontramos acá fue Enya, a la hora de grabar las voces queríamos capturar ese espíritu épico que vos mencionás. Yo ya no quería que se sintiera la voz como del que reparte el texto, sino que se sienta más como un instrumento y tenga una textura, y estuvimos escuchando bastante a Enya con Matías Berdiales (productor del disco) cuando grabábamos Los días de furia y oro.

La estructura del disco, de hecho, tiene varios estados de ánimo, pienso en un western crepuscular, con un personaje que se presenta en Un cuerpo en llamas y atraviesa diferentes etapas, cerrando con todo en Macabro. Una despedida a pura bala como en Wild Bunch

No te voy a negar que estuvimos muy metidos en esa estética, desde el cine, la música y  la literatura. Yo justo estaba leyendo Meridiano de sangre, arranqué a leerlo casualmente cuando hicimos un viaje a Cochabamba, donde nos invitaron a tocar. Allá nos ocurrió una circunstancia muy violenta: un amigo nos vio tocar, le gustó, estaba organizando un festival que sería en una laguna, donde tenías que llegar en lanchas, una cosa muy Fitzcarraldo. Había subido el nivel de agua de la laguna y no podíamos llegar hasta la isla donde iba a ser el concierto a menos que nos subiéramos en unas llantas que habían puesto. Llegó la noche y fue una  de las más frías que yo recuerde en mi vida. Todos estábamos en un estado alucinógeno. Esa noche, como grupo humano que éramos, creo que hubo un quiebre muy enorme, porque se rompieron muchas barreras entre nosotros, se sinceraron muchas cuestiones, de lazos y de fobias, fue super intenso. Al otro día de pasar todo eso, al regresar, fuímos redondeando la idea de Macabro.  Macabro habla un poco de eso, de toda esa situación, como una novelización de ese trip épico.

Empezaste tu carrera a mitad de los 2000 con Decepticons, después vino Un Millón De Veces, y ahora ya sacaste dos discos con La Luz Mandarina ¿Qué significa para vos esta banda en tu carrera?

Creo que La Luz Mandarina me obligó de alguna manera a distanciarme de la comodidad. Decepticons y Un Millón De Veces fueron proyectos muy divertidos de hacer, surgidos en el momento de una pulsión vital. Había una cuestión ahí, esa huevada punk primigenia, de hacer las cosas y salir adelante y ser todo,  que tiene una gran inocencia, es super bella. La Luz Mandarina de a  poco fue, puede sonar horrible lo que digo, pero, se volvió más pretenciosa. Por ejemplo, teníamos Un Millón de Veces y sabía qué escala de acordes usar y con esta estética ir,  era un poco: «esto es lo que escucho»,»esto es lo que compartimos vos y yo», «vamos a hacer eso mismo y sé que alguien más lo va a escuchar y va a resonar con eso». Era una cuestión cómoda. La Luz Mandarina, a mí, como autor me obligó a rescindir esa comodidad, a ir a buscar otros lugares. La pulsión vital está ahí, obviamente, porque si no, no podrías hacer lo que hacés; pero ya también entran en juego otras cosas como ser más selectivo con tu flujo emocional, saber encausarlo -o tratar de encausarlo, en todo caso-, tratar de ser más sofisticado en tu narración, en tu música también. La referencialidad inmediata ya no me parece divertida, ya es algo que prefiero evitar. Entonces, La luz Mandarina me dio eso. Yo siento que para mí es un crecimiento, me dio una cuestión más madura de ver las cosas como autor, de mayor exigencia, digamos.

¿Cómo has visto la movida musical en estos años en Santa Cruz? ¿Ha crecido? ¿Se ha estancado? ¿A quiénes destacarías?

Hubo un momento súperinteresante de la escena cruceña en el que afloró toda una producción musical de bandas con más capacidad de gestión y con más movimiento mediático. También apareció una especie de under mejor organizado. Fue la época del sello Sixpack, de Perfecto Discos. A mí hasta hace un tiempo atrás me parecía que fue interesante porque todas esas bandas nacieron en ese momento y fueron apagándose. No hubo un estallido que llegara más allá de lo local  y, sin embargo, lo que era el circuito under desapareció, se extinguió. Pero recientemente estuve en un festival que se llamaba Alterna, que lo organizaron bandas cruceñas nuevas, de jóvenes, y lo interesante era que ya no te encontrabas con ninguna otra de esas bandas que habías visto, no sé, en un Santa Cruz Rock de 2016, eso me alegró inmensamente, el saber que hay un recambio y no solo en el rock, a nivel musical también; por ejemplo, Cruz Santa tiene como diez mil vistas por cada track nuevo que saca. Este año, Charango ha sacado su nuevo disco que los consolida como la banda más importante del movimiento alternativo cruceño, ellos han estado ahí primero, lo han hecho todo primero. Torkuatos sacó un disco el año pasado y ha generado un movimiento muy interesante con música que es nueva, con seguidores nuevos. Los Ginger también han conseguido mover un montón de gente, llevarla y exponerla a nuevos espacios, a otro tipo de movidas. Aparece también MOA con una sicodelia muy rara. Siento que sí se está moviendo todo, y se está moviendo de una manera piola, y no es que solo hay más bandas, sino más bandas con sonidos distintos. Eso está bueno ¿no? No creo que haya un estancamiento, se está moviendo otra vez, están surgiendo cosas nuevas, y creciendo, de a poco, pero creciendo.

Si tuvieras que definir cómo es ser músico en Santa Cruz ¿qué dirías?

Yo no sé,  me cuesta responder esa pregunta porque siempre me costó asumirme en el papel de músico, si bien, ahora, lo tengo un poco más interiorizado. Yo no vivo de la música y cada vez soy más respetuoso con el tema del oficio. Hace unos años atrás hubiera protestado contra los que tocan covers, ahora respeto eso porque trabajo con gente para quienes esto es un laburo, más allá del tema de la expresión y del arte. Supongo que es complicado en todas partes, sobre todo por el hecho de que es difícil pretender una carrera solo de músico. Si hay algo bueno de ser músico en Santa Cruz es que hay una gran solidaridad entre la gente que hace las cosas de corazón, que es respetuosa, que es responsable y que tienen puesta la mano en el corazón a la hora de hacer y de apreciar el trabajo de los demás. Yo soy amigo de gente de bandas de death metal, hard core, punk, de música electrónica, porque hay una empatía y hay una comprensión, porque todos sabemos qué tan jodido es hacer esto y lo mucho que te quita. Eso está bueno, que exista esa conexión, y lo demás, no sé.

La Luz Mandarina: Pablo Miño, Daniel Meneses, Juan Manuel Chahín, José Luis Rivera y Diego Tejerina

La Luz Mandarina son:

Sebastian Guerrero
Daniel Meneses
Jose Luis Rivera
Mateo Rojas
Angel Aguilar
Diego Tejerina
Pablo Miño
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Ficha técnica:
Todas las canciones compuestas por: La Luz Mandarina y  Pablo Miño
Producido por: Matías Berdiales en AEA Studios y Polenta
Masterizado en: De la Jungla (Buenos Aires)
Arte de tapa: Valentino Tettamanti
2019